MAR ROMERA, PEDAGOGA Y PRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN D ELA ASOCIACIÓN FRANCESCO TONUCCI, DURANTE SU INTERVENCIÓN EN EL CHUPETE, NOS CONTÓ EL SIGUIENTE CUENTO:
(POR SU LONGITUD, LO DIVIDIMOS EN DOS PARTES)
PARTE 1
LA HISTORIA DE CARLITOS.
Carlitos tiene tres años.
Es 1 de septiembre.
Está preparando su mochila para ir por primera vez
al colegio de los mayores.
La prepara con mucha ilusión, durante todo el
verano.
Porque no es una mochila es “la mochila”.
En esa mochila ha ido guardando durante todo el
verano las cosas maravillosas que le han ido regalando.
En esa mochila ha metido una caja de rotuladores
grandes, con punta gorda y purpurina. Se los regaló su tío.
Son espectaculares.
De vez en cuando los abre y pinta sólo un poquito
porque los guarda con muchísimo esmero para el curso escolar del año que viene.
En esa mochila ha metido también un libro de muchas
letras.
Dice que él no sabe leer.
Sabe que va al colegio de los mayores y que allí
aprenderá a leer.
No quiere llevar libros de mayores.
También metió una libreta.
Aquella mañana que se levanta para ir al colegio, su
mamá le peina muy bien. A él no le gusta, pero su mamá ha decidido que es un
día especial y que lo tiene que peinar muy bien. Mamá comete incluso el error
de ponerle zapatos nuevos para el primer día de cole.
Antes de ir al cole, Carlitos cogió un dinosaurio
que tenía en su habitación.
Es un dinosaurio viejo, medio descabezado. Pero él
piensa que el pobre dinosaurio no podía estar todo el día solo en su casa; así
que lo metió en su mochila.
Su madre decidió meterle un bocadillo inmenso,
probablemente, el más grande que Carlitos había tenido en su mano. Y por si el
bocata era poco, le metió un plátano. Ahí lo lleva, para que haga la merienda
de media mañana.
Carlitos, con todo aquello, con sus rotuladores de
purpurina, con su mundo, pensando qué le iba a contar a su seño cuando llegara
al cole, se fue.
Su mamá le llevó de la mano hasta la puerta de la
clase. Su mamá le apretaba mucho la mano, incluso más que Carlitos, porque,
probablemente, quién más miedo tenía no era Carlitos, era su mamá.
Los periodos de adaptación hay que hacerlos para las
mamás y los papás y no para los niños.
Carlitos iba a su mundo, que se supone de
imaginación, de creatividad, de sueños y de aprendizaje. Y a todos los seres
humanos del mundo nos gusta crear y nos gusta aprender… hasta que nos cortan el
rollo.
Carlitos vio como los niños hacían una fila para
para entrar. Él no entendía
por qué hay que hacer una fila para entrar en el
cole.
Pero lo pero no fue esto. Lo peor fue la sirena.
Sonó una sirena que puede interpretarse como la de
la Tercera Guerra Mundial. Y aquello no era una guerra, era simplemente abrir
la puerta de un aula.
No se entiende por qué no se pone una música que
suene durante diez minutos para poder entrar y salir, como si realmente fueras
a tu casa.
CONTINUARÁ...